Los divorcios en todo el mundo occidentalizado se disparan cada año. La gente quiere casarse pero al mismo tiempo se asusta de tal idea. En las redes sociales y páginas webs populares, a menudo se comparten fotos de ancianos que son esposos desde los 18 años y que ahora "revelan" sus "secretos" del por qué duraron tanto. La gente se conmueve y se pregunta en los comentarios si podrán tener la misma suerte que ellos.
Pues bien, la respuesta para todos ellos es NO. Así de simple. Acéptalo, difícilmente tendrás la suerte de tus abuelos o siquiera la de tus padres que van treinta años de casados (a que suena toda una vida para ti ¿verdad?). Asúmelo: muy probablemente ningún amor te acompañará desde ahora hasta que seas un anciano. Mientras más temprano lo aceptes, mejor, y mejores planes alternativos podrás tener para vivir todas las décadas que te quedan por delante.
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Y no, deja el romanticismo y la moralidad a un lado. El matrimonio de antes funcionaba no porque las personas fueran especialmente mejores que las actuales; el matrimonio de hoy fracasa no porque ahora la gente sea "más mala". En realidad todo es más práctico de lo que imaginas y se resume en que el matrimonio es un contrato obsoleto, una empresa que funcionó durante milenios porque existía un contexto que lo hacía posible; un contexto que hoy es completamente diferente y que cada vez se altera más ¿acaso no lo notaste? ¿es en serio?
Bueno, veamos por qué los matrimonios modernos duran tan poco en comparación con los de nuestros padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, etc.
Los seres humanos somos inclinados a la promiscuidad por naturaleza; lo fuimos durante decenas de miles de años hasta que conocimos la civilización, lo que obligó a regular nuestros instintos de follarnos a medio mundo si queríamos progresar como sociedad. Así nació lo que conocemos como familia y su importancia lo encontramos en el mismísimo Código de Hammurabi (siglo XIX a. C).
La infidelidad fue castigada con la humillación social o incluso la muerte durante miles de años, para así evitar la desintegración de la familia monógama (la poligamia, cuando se practicaba, era algo casi exclusivo de la realeza). Es verdad que desde hace siglos esto ya no es tan drástico, pero no olvidemos algo: nuestros abuelos y bisabuelos vivieron en mundos mucho más pequeños; sus círculos sociales eran minúsculos a comparación de los nuestros, y por eso era muy difícil poner cuernos sin que algún conocido se diera cuenta tarde o temprano. Vamos, que así cualquiera confía en la pareja ¿verdad?
Ahora todos tenemos círculos sociales muy amplios (sean amigos nuestros o no); llevar cursos o tomar vacaciones en el extranjero lejos de nuestra pareja es bastante común; tenemos Facebook, Whatsapp y Tinder; tenemos a disposición un montón de bares y discotecas llenas de gente que quiere ponerla; etc. Y por si esto fuera poco, los celos ahora son muy mal vistos, por lo que tu pareja no tiene derecho moral (o legal según el país) que le permita husmear tus conversaciones ¿lo ves? ¡Ser infiel o desconfiar del otro es extremadamente fácil hoy en día!
2- El divorcio antes era una deshonra, ahora es algo completamente "justo y necesario" en nombre de la felicidad
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El matrimonio de antes era deber del individuo para su realización social, no una meta personal que tuviera a la felicidad como objetivo único (como es visto ahora). Si ves al matrimonio como un honor y una responsabilidad, romperlo te parecerá un puñal; pero si te parece un deseo para ser feliz y comer perdices de por vida, pues no dudarás en quitarte de en medio apenas sientas que la unión te incomoda o te limita.
Ahí está muchachos, ese es el mundo de hoy: la búsqueda de la felicidad a toda costa, de hacer a un lado a "la gente tóxica" que te "aleja" de ella. La responsabilidad ¿qué es eso? Este es el único punto que tiene cierta carga moral sobre la problemática.
La dinámica de una pareja fue durante milenios más o menos la siguiente: el hombre se sacaba la mugre por el sustento y honor de su familia, mientras la mujer se sacaba la propia por la casa y crianza de los hijos. En los últimos sesenta años esto cambió y no deja de alterarse. Cada vez menos mujeres siguen un rol femenino y menos hombres un rol masculino en pareja.
¿Qué tiene que ver esto con la duración de un matrimonio? ¡Es evidente que mucho! El matrimonio tradicional duraba décadas porque un hombre no era hombre si no se hacía cargo de una familia, y una mujer estaba condenada a la pobreza si no contaba con un marido que le sea de provecho.
Todo el mundo sabe que ahora eso es distinto. La mujer ya no depende de ningún hombre, por ello ya no tiene reparos en abandonar al suyo. A su vez, ser esposo ya no representa ningún estatus ni reconocimiento especial (a menudo ni siquiera respeto) para el varón.
Nuestros ancestros vivieron en entornos mucho más pequeños, por lo que elegir una pareja era bastante sencillo; solo había que escoger a alguien del vecindario, pueblito o ciudad emergente de finales del siglo XIX o principios del XX. Ahora, con una sociedad tan global, tan urbanizada, con tecnologías que expanden nuestros horizontes y con vuelos "baratos" a cualquier país, elegir es una tarea muy compleja porque hay literalmente un mundo de posibilidades. Y cuando finalmente eliges, ese mismo mundo de posibilidades te impulsará a cuestionarte sobre si tu elección fue la mejor o no.
5- Es muy difícil sostener económicamente el matrimonio de hoy
En el matrimonio tradicional por lo general solo el hombre trabajaba, pero aún así todas las necesidades de la clase media estaban cubiertas bajo un techo propio. Ahora ambos esposos tienen trabajos agotadores pero parece que nada alcanza, que hay que sentirse bendecido por alquilar un departamento chico y, con suerte, tener un coche de segunda mano ¿recuerdas la frase "cuando el hambre entra por la puerta, el amor se corre por la ventana?"
No olvidemos a tantos millones de jóvenes mileuristas ¿qué familia van a poder sostener con esa realidad?
Conclusión:
Debes entender que esas parejas de ancianos que tienen sesenta o hasta setenta años de casados, no son iluminados ni gente con una moralidad superior que las parejas de ahora, sino que vivieron en un contexto en donde era mucho más fácil y conveniente permanecer juntos (contexto que ahora no existe). Es un hecho que a lo largo de sus vidas se hartaron el uno del otro en más de una ocasión, pero comprendieron que el "remedio" (divorcio) bien podía ser peor que la enfermedad y por eso siguieron para adelante.
La satisfacción total llega, por supuesto, en sus últimos años de vida, cuando ven sus álbumes de fotos llenos de recuerdos (los bonitos, por supuesto); a sus hijos crecidos y realizados (algunos de ellos con un divorcio a cuestas); a sus nietos jugando en el patio, etc. Es ahí donde sienten que todo valió la pena y sonríen. Admíralos, pero no los idealices; si ellos fuesen jóvenes en estos tiempos, muy probablemente no se casarían o con suerte se divorciarían a los cinco años.
5- Es muy difícil sostener económicamente el matrimonio de hoy
En el matrimonio tradicional por lo general solo el hombre trabajaba, pero aún así todas las necesidades de la clase media estaban cubiertas bajo un techo propio. Ahora ambos esposos tienen trabajos agotadores pero parece que nada alcanza, que hay que sentirse bendecido por alquilar un departamento chico y, con suerte, tener un coche de segunda mano ¿recuerdas la frase "cuando el hambre entra por la puerta, el amor se corre por la ventana?"
No olvidemos a tantos millones de jóvenes mileuristas ¿qué familia van a poder sostener con esa realidad?
Conclusión:
Debes entender que esas parejas de ancianos que tienen sesenta o hasta setenta años de casados, no son iluminados ni gente con una moralidad superior que las parejas de ahora, sino que vivieron en un contexto en donde era mucho más fácil y conveniente permanecer juntos (contexto que ahora no existe). Es un hecho que a lo largo de sus vidas se hartaron el uno del otro en más de una ocasión, pero comprendieron que el "remedio" (divorcio) bien podía ser peor que la enfermedad y por eso siguieron para adelante.
La satisfacción total llega, por supuesto, en sus últimos años de vida, cuando ven sus álbumes de fotos llenos de recuerdos (los bonitos, por supuesto); a sus hijos crecidos y realizados (algunos de ellos con un divorcio a cuestas); a sus nietos jugando en el patio, etc. Es ahí donde sienten que todo valió la pena y sonríen. Admíralos, pero no los idealices; si ellos fuesen jóvenes en estos tiempos, muy probablemente no se casarían o con suerte se divorciarían a los cinco años.
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